miércoles, 22 de junio de 2016

Flor y canto

Filosofía Mexicana
Flor y Canto
Como en todas las latitudes del mundo y desde tiempos inmemoriales, el hombre del pueblo náhuatl necesita explicarse el mundo. Él, como ya lo dice el estagirita, en su asombro desea saber, explicarse el mundo que lo circunda, anhelando alcanzar el ser que intuye escondido tras las formas que los sentidos le muestran.
Porque es clara en la literatura náhuatl esa voz que habla de la intuición que alcanza a distinguir el velo que oculta la esencia que fundamenta la realidad de las cosas. Pero, y esto también como en todos los pueblos del mundo, no todos son capaces de develar esa realidad. Es el tlamatini quien emprende la tarea filosófica que persigue descubrir el ser del mundo. Y decimos “filosófica” en el sentido más amplio porque su proceder concuerda con le acepción moderna de ese término, como nos lo dice ya el mismo León Portilla:
“Son filósofos quienes experimentan la necesidad de explicarse el acontecer de las cosas, o se preguntan formalmente cuál es su sentido y valor, o yendo aún más lejos, inquieren sobre la verdad de la vida, el existir después de la muerte, o la posibilidad misma de conocer todo ese trasfondo –más allá de lo físico- donde los mitos y las creencias habían situado sus respuestas. Inquietarse y afanarse por esto es filosofar en sentido estricto.”
También será el tlamatini el educador del pueblo náhuatl ya que, siendo aquél que conoce sobre las cosas, funge como “un maestro, un psicólogo, un moralista, un cosmólogo, un metafísico y un humanista”. El tlamatini ayuda a formar un rostro y un corazón en el hombre náhuatl. Y esto debemos entenderlo, en el caso del rostro, a la personalidad, al yo adquirido y desarrollado a partir de la educación que el hombre aprende del sabio, provocando que exista en cada individuo una naturaleza más íntima del yo peculiar de cada persona, una autoconciencia individual que permitirá avanzar hacia el dios desconocido, Ometéotl. Con respecto al corazón, esto se refiere al dinamismo ocurrido en esta búsqueda, a la necesidad de ir en pos de algo que colme y satisfaga las dudas individuales, lo cual justamente, dentro de la filosofía náhuatl nos llevaría a conocer lo verdadero, el sentido de nuestra existencia.
Los tlamatinime, así como los poetas del pueblo náhuatl, se valdrán de un recurso literario que el Dr. Ángel María Garibay Kintana en su Llave del Náhuatl acertadamente llama difrasismo. Figura característica de esta lengua prehispánica que consiste en expresar una misma idea por medio de dos vocablos que se completan en el sentido, ya por ser sinónimos, ya por ser adyacentes. Así, estos sabios conciben in xóchitl in cuícatl, literalmente traducido como flor y canto, y metafóricamente entendido como poema.
¿Pero por qué flor y canto? ¿Por qué la poesía para enseñar al pueblo náhuatl que aquello que tiene ante sí no es sino un engaño se sus ojos, de sus sentidos? Porque el filósofo y el poeta náhuatl no tenían esa noción epistemológica aristotélica que concibe al conocimiento como “una adecuación de la mente de quien conoce, con lo que existe”. Este pueblo estaba lejos de esta concepción occidental, vigente desde su nacimiento en la Grecia clásica, que adopta como criterio de verdad aquel concepto que se ajusta a su objeto. Es más, para el tlamatini esto era imposible. Ach ayac nelli in tiquitohua nican (“puede que nadie diga la verdad en la tierra”) resume su pensamiento. El discurso no es suficiente para alcanzar la verdad, lo único verdadero en la tierra es flor y canto, la poesía que, valiéndose de la metáfora, hurga entre los pliegues del velo que oculta la verdad de las cosas.
Así, los tlamatinime ansiarán ese flor y canto que finalmente les permitirá comunicar su intuición, que los habilitará para la especulación filosófica en tanto sabios educadores del pueblo nahúatl. Y su búsqueda los llevará a preguntarse por el origen de esa metáfora que los coloca ante la verdad, y a los sacerdotes interrogan:
“Sacerdotes, yo os pregunto:
¿De dónde provienen las flores que embriagan al hombre?
¿El canto que embriaga, el hermoso canto?”
Preguntan los sabios por el origen de la poesía que enseña lo único verdadero en la tierra, y que embriaga a los hombres haciéndolos ver lo que otros no ven. Y los sacerdotes contestan:
“Sólo provienen de su casa, del interior del cielo,
Sólo de allá vienen las variadas flores…
Donde el agua de flores se extiende,
La fragante belleza de la flor se refina con negras, verdecientes
Flores y su entrelaza, se entreteje:
Dentro de ellas canta, dentro de ellas gorjea el ave quetzal.”
El origen divino de la poesía y su carácter trascendente al tiempo y al espacio quedan revelados en las palabras de los sacerdotes, y anuncian a flor y canto como el único sendero que lleva al hombre a la contemplación de la realidad oculta tras las apariencias.
Pero sólo el sabio embriagado de ese influjo divino será capaz de comunicar a su pueblo “lo verdadero en la tierra”. Flor y canto proveerán al tlamatini y al poeta de un “corazón endiosado” que les permitirá formular a través de la poesía una concepción metafísica del mundo.
Y entre estos no podemos dejar de mencionar a Nezahualcóyotl, el más preclaro de los poetas náhuatl cuyo pensamiento, impregnado de ese influjo divino que mana del cielo, se adelanta a la propuesta nietzscheana de creación de sentido usando como herramienta fundamental al arte. Nietzsche desarrolla su planteamiento, el cual nos dice que sólo a través del arte, más específicamente, a través de la música dionisíaca, podremos vislumbrar la universalidad de la vida, dar sentido a la vida; lograr una trascendencia fuera de nuestra individualidad, al reinterpretarla de una manera diferente, a partir de una nueva conciencia de todo lo existente. Encontramos que para Nietzsche la tragedia griega provoca un engrandecimiento del ser humano frente a la cotidianeidad, considerando que gracias a la tragedia, el griego lograba profundizar dentro de sí mismo, para así dar paso a “un prepotente sentimiento de unidad, que retrotrae todas las cosas al corazón de la naturaleza”.
Podemos observar entonces que el pensamiento de Nezahualcóyotl, al plantear una búsqueda personal de la razón de la existencia, fundamentada en la creación poética, en flor y canto, se adelanta a la propuesta nietzscheana de creación de sentido usando como herramienta fundamental al arte. Nezahualcóyotl, en vez de señalar a la música o a la tragedia como la expresión artística que nos permite adquirir un conocimiento de la totalidad, nos propone flor y canto como el instrumento que nos permitirá llegar a conocer, llegar a Ometéotl.
Resumiendo las ideas hasta aquí analizadas podemos afirmar que los tlamatinime, los sabios náhuatl dedicados a la reflexión filosófica y a la educación de su pueblo, desarrollaron flor y canto como instrumento que los facultó para desarrollar una concepción metafísica del mundo identificada con la realidad del mundo prehispánico. Y distinguimos a Nezahualcóyotl, uno de los poetas más grandes de la antigüedad mexicana, cuyo pensamiento tiene un carácter estricto de reflexión y respuesta a la problemática sobre la vida, intentando ensalzar el valor de flor y canto como la posibilidad del hombre de crearse un rostro y un corazón, dar sentido a su vida y adquirir un grado de sabiduría frente a nuestra realidad, adelantándose con mucho a la propuesta de otros filósofos del mundo moderno.






 Bibliografía
1.- La Filosofía Náhuatl estudiada en sus fuentes, Miguel León-Portilla
2.- Llave del Náhuatl, Ángel María Garibay Kintana
2.- Nezahualcóyotl, vida y obra, José Luis Martínez

3.- El nacimiento de la tragedia, Friedrich Nietzsche

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