Filosofía
Mexicana
Flor
y Canto
Como en todas las
latitudes del mundo y desde tiempos inmemoriales, el hombre del pueblo náhuatl
necesita explicarse el mundo. Él, como ya lo dice el estagirita, en su asombro
desea saber, explicarse el mundo que lo circunda, anhelando alcanzar el ser que
intuye escondido tras las formas que los sentidos le muestran.
Porque es clara en la
literatura náhuatl esa voz que habla de la intuición que alcanza a distinguir
el velo que oculta la esencia que fundamenta la realidad de las cosas. Pero, y
esto también como en todos los pueblos del mundo, no todos son capaces de
develar esa realidad. Es el tlamatini quien emprende la tarea filosófica que
persigue descubrir el ser del mundo. Y decimos “filosófica” en el sentido más
amplio porque su proceder concuerda con le acepción moderna de ese término,
como nos lo dice ya el mismo León Portilla:
“Son
filósofos quienes experimentan la necesidad de explicarse el acontecer de las
cosas, o se preguntan formalmente cuál es su sentido y valor, o yendo aún más
lejos, inquieren sobre la verdad de la vida, el existir después de la
muerte, o la posibilidad misma de conocer todo ese trasfondo –más
allá de lo físico- donde los mitos y las creencias habían situado sus
respuestas. Inquietarse y afanarse por esto es filosofar en sentido estricto.”
También será el tlamatini
el educador del pueblo náhuatl ya que, siendo aquél que conoce sobre las cosas,
funge como “un maestro, un psicólogo, un moralista, un cosmólogo, un metafísico
y un humanista”. El tlamatini ayuda a formar
un rostro y un corazón en el hombre náhuatl. Y esto debemos
entenderlo, en el caso del rostro, a la personalidad, al yo adquirido y
desarrollado a partir de la educación que el hombre aprende del sabio,
provocando que exista en cada individuo una naturaleza más íntima del yo
peculiar de cada persona, una autoconciencia individual que permitirá avanzar
hacia el dios desconocido, Ometéotl. Con respecto al corazón,
esto se refiere al dinamismo ocurrido en esta búsqueda, a la necesidad de ir en
pos de algo que colme y satisfaga las dudas individuales, lo cual justamente,
dentro de la filosofía náhuatl nos llevaría a conocer lo verdadero, el sentido
de nuestra existencia.
Los tlamatinime, así como
los poetas del pueblo náhuatl, se valdrán de un recurso literario que el Dr.
Ángel María Garibay Kintana en su Llave
del Náhuatl acertadamente llama difrasismo.
Figura característica de esta lengua prehispánica que consiste en expresar una
misma idea por medio de dos vocablos que se completan en el sentido, ya por ser
sinónimos, ya por ser adyacentes. Así, estos sabios conciben in xóchitl in cuícatl, literalmente
traducido como flor y canto, y
metafóricamente entendido como poema.
¿Pero por qué flor y canto? ¿Por qué la poesía para enseñar al pueblo náhuatl
que aquello que tiene ante sí no es sino un engaño se sus ojos, de sus
sentidos? Porque el filósofo y el poeta náhuatl no tenían esa noción
epistemológica aristotélica que concibe al conocimiento como “una adecuación de
la mente de quien conoce, con lo que existe”. Este pueblo estaba lejos de esta
concepción occidental, vigente desde su nacimiento en la Grecia clásica, que
adopta como criterio de verdad aquel concepto que se ajusta a su objeto. Es
más, para el tlamatini esto era imposible. Ach
ayac nelli in tiquitohua nican (“puede que nadie diga la verdad en la
tierra”) resume su pensamiento. El discurso no es suficiente para alcanzar la
verdad, lo único verdadero en la tierra es flor
y canto, la poesía que,
valiéndose de la metáfora, hurga entre los pliegues del velo que oculta la
verdad de las cosas.
Así, los tlamatinime
ansiarán ese flor y canto que
finalmente les permitirá comunicar su intuición, que los habilitará para la
especulación filosófica en tanto sabios educadores del pueblo nahúatl. Y su
búsqueda los llevará a preguntarse por el origen de esa metáfora que los coloca
ante la verdad, y a los sacerdotes interrogan:
“Sacerdotes, yo os pregunto:
¿De dónde provienen las flores que embriagan
al hombre?
¿El canto que embriaga, el hermoso
canto?”
Preguntan los sabios por
el origen de la poesía que enseña lo
único verdadero en la tierra, y que embriaga
a los hombres haciéndolos ver lo que otros no ven. Y los sacerdotes contestan:
“Sólo provienen de su casa, del
interior del cielo,
Sólo de allá vienen las variadas
flores…
Donde el agua de flores se extiende,
La fragante belleza de la flor se
refina con negras, verdecientes
Flores y su entrelaza, se entreteje:
Dentro de ellas canta, dentro de
ellas gorjea el ave quetzal.”
El origen divino de la
poesía y su carácter trascendente al tiempo y al espacio quedan revelados en
las palabras de los sacerdotes, y anuncian a flor y canto como el único sendero que lleva al hombre a la
contemplación de la realidad oculta tras las apariencias.
Pero sólo el sabio embriagado de ese influjo divino será
capaz de comunicar a su pueblo “lo verdadero en la tierra”. Flor y canto proveerán al tlamatini y al
poeta de un “corazón endiosado” que les permitirá formular a través de la
poesía una concepción metafísica del mundo.
Y entre estos no podemos
dejar de mencionar a Nezahualcóyotl, el más preclaro de los poetas náhuatl cuyo
pensamiento, impregnado de ese influjo divino que mana del cielo, se adelanta a
la propuesta nietzscheana de creación de sentido usando como herramienta
fundamental al arte. Nietzsche desarrolla su planteamiento, el cual nos dice
que sólo a través del arte, más específicamente, a través de la música
dionisíaca, podremos vislumbrar la universalidad de la vida, dar sentido a la
vida; lograr una trascendencia fuera de nuestra individualidad, al
reinterpretarla de una manera diferente, a partir de una nueva conciencia de
todo lo existente. Encontramos que para Nietzsche la tragedia griega provoca un
engrandecimiento del ser humano frente a la cotidianeidad, considerando que
gracias a la tragedia, el griego lograba profundizar dentro de sí mismo, para
así dar paso a “un prepotente sentimiento de unidad, que retrotrae todas las
cosas al corazón de la naturaleza”.
Podemos observar entonces
que el pensamiento de Nezahualcóyotl, al plantear una búsqueda personal de la
razón de la existencia, fundamentada en la creación poética, en flor y canto, se adelanta a la propuesta
nietzscheana de creación de sentido usando como herramienta fundamental al
arte. Nezahualcóyotl, en vez de señalar a la música o a la tragedia como la
expresión artística que nos permite adquirir un conocimiento de la totalidad, nos
propone flor y canto como el
instrumento que nos permitirá llegar a conocer, llegar a Ometéotl.
Resumiendo las ideas
hasta aquí analizadas podemos afirmar que los tlamatinime, los sabios náhuatl
dedicados a la reflexión filosófica y a la educación de su pueblo,
desarrollaron flor y canto como
instrumento que los facultó para desarrollar una concepción metafísica del
mundo identificada con la realidad del mundo prehispánico. Y distinguimos a Nezahualcóyotl,
uno de los poetas más grandes de la antigüedad mexicana, cuyo pensamiento
tiene un carácter estricto de reflexión y respuesta a la problemática sobre la
vida, intentando ensalzar el valor de flor
y canto como la posibilidad del hombre de crearse un rostro y un
corazón, dar sentido a su vida y adquirir un grado de sabiduría frente a nuestra
realidad, adelantándose con mucho a la propuesta de otros filósofos del mundo
moderno.
Bibliografía
1.- La Filosofía Náhuatl estudiada en sus fuentes, Miguel León-Portilla
2.- Llave del Náhuatl, Ángel María Garibay Kintana
2.- Nezahualcóyotl, vida y obra, José Luis Martínez
3.- El nacimiento de la tragedia,
Friedrich Nietzsche
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